El cultivo de chontaduro llegó a la región del Putumayo como una estrategia de sustitución de cultivos ilícitos (Plan Colombia), en principio con el fin de producir palmito. Sin embargo, muchos productores no encontraron mercado y dejaron los cultivos un poco “olvidados”. Tiempo después surgió el mercado de esta fruta fresca, que se dinamizó ante la demanda de otras regiones productoras (Cauca y Valle) afectadas por plagas como el picudo. El chontaduro despertó gran interés, pues no exige tanta dedicación de tiempo como otros cultivos, comenzando el desarrollo de una nueva cadena productiva en la región. Desde el año 2017 se celebra la Feria Nacional del Chontaduro, con actos culturales, muestras gastronómicas, exposiciones y rutas que promueven el intercambio de experiencias en el manejo del cultivo y en el consumo de nuevos productos transformados.

La producción estacional de chontaduro, comprendida entre los meses de enero y abril (época en la que la sobreoferta del producto baja los precios), y los meses de mayo a diciembre (época de ausencia de producción, con altos precios), supone un reto ante el que la Asociación de Productores de Chontaduro de Villagarzón (ASOCHON) constituida desde el año 2010 y conformada por 225 productores (53%mujeres y 43% jóvenes) de 34 veredas, ha emprendido algunas iniciativas.

Desde ASOCHON, cuyos asociados suman 1.000 hectáreas de chontaduro sembradas y una producción de 5.000 ton/anuales, surge la iniciativa en 2019 de desarrollar pilotos de transformación agroindustrial, creando nuevos productos (chontaduro en salmuera, almíbar, mermelada, harinas, hojuelas) con gran acogida por el mercado regional, que han permitido generar valor agregado al chontaduro y tener disponibilidad de este fruto en épocas de baja producción. 

Esta estrategia fue apoyada desde el proyecto Rural Paz, junto con varias instituciones públicas, entre ellas, Alcaldía de Villagarzón, Secretaria de Agricultura Departamental de Putumayo, SENA, Corpoamazonía, ICA, y Agrosavia, y en alianza con ONG (CETEC), sector privado (E-Lab), cooperación canadiense y Universidad Cooperativa de Colombia.

El apoyo a la asociación contempló asistencia técnica para la adopción de Buenas Prácticas Agrícolas en los cultivos, promoviéndose también el desarrollo de procesos de investigación con la participación de los propios productores y productoras, para identificar mejores ecotipos/semillas que resultan ventajosas, entre otros factores, por la resistencia a enfermedades, el tamaño del fruto o la altura de la planta para facilitar la cosecha. A la par se trabajó el diseño de nuevos modelos agroforestales donde se asocia el chontaduro a otros frutales o especies amazónicas. Se ha logrado establecer que 3,6 hectáreas de cultivo de chontaduro permitirán un ingreso estable de al menos 1 SMLV/ mensual por familia.

Las alianzas posibilitaron además la construcción de infraestructura física (productiva y comercial) con la respectiva dotación, en la que 30 mujeres lideran los procesos agroindustriales, aplicando Buenas Prácticas de Procesamiento, incluyendo registro INVIMA. Con esta nueva propuesta de transformación nació la marca comercial AMAFRUT mediante la que ASOCHON ha logrado comercializar 25 Ton/anuales de harina de chontaduro y más de 1.000 frascos mensuales de conservas, contándose con nuevos aliados comerciales en municipios del Valle del Cauca y con contactos en Bogotá y Medellín. En otro orden de cosas, destacar que la implementación de los procesos agroindustriales ha logrado dinamizar el rol y mejorar la posición de las mujeres en la asociación.

De manera general, un indicador de los primeros efectos de las acciones emprendidas es el incremento de la productividad pues, tras la adopción de mejoras en la práctica agrícola, ha pasado de alrededor de 3.500 Kg/ha/año en 2018, a 4.290 kg/ha/año en 2021; lo que representa un aumento del 22% en el peso del fruto (frutos más gruesos), repercutiendo de manera proporcional en mayores ingresos para los pequeños productores y productoras, al mantenerse un precio promedio de $4.500/kg en ambos años. La producción agroindustrial también ha experimentado un importante incremento, con el correspondiente beneficio económico. En el año 2019 se prepararon un total de 150 frascos de mermeladas, dulce y salmuera, con ventas de en torno a $750.000. En 2020 la producción de conservas ascendió a 3.488 frascos de distinta capacidad y 400 kilos de harina, mientras que las ventas en el periodo junio-diciembre supusieron $35.104.000. Antes el mercado del chontaduro era 100% de fruto fresco, hoy 90% de la comercialización es fruto fresco y 10% transformado en harina y otros productos con valor agregado. Antes los intermediarios establecían precios únicos por área plantada, hoy se diferencian calidades y también precios diferenciados para nuevos productos transformados. El kilo de harina de chontaduro se comercializa a $18.000 y las conservas de 500 gr a $10.000, lo que muestra que el valor agregado que se le da a los frutos transformados es del 400% lo que permite un mejor manejo comercial. Incluso el chontaduro de menor calidad (‘chirilla’) se utiliza para la preparación de concentrado para animales (especialmente pollos), con un precio inferior a otros tipos de harinas, contribuyendo así a la seguridad alimentaria de muchas familias que pueden disponer de carne producida a un menor costo.

Como bien resume Claudia Moros, lideresa de la Asociación: “Antes los intermediarios se estaban aprovechando de nosotros, pero ahora manejamos la cosecha del chontaduro, clasificando la fruta fresca, por calidades (primera y segunda), usamos la chirilla (frutos de baja calidad) para alimentación animal, además transformamos los frutos en diversos productos agroindustriales debidamente certificados ante las autoridades sanitarias y disponibles a lo largo del año, que cuentan con gran aceptación y demanda en los mercados regionales. Eso nos llena de orgullo, pues nosotros mismos diseñamos estrategias e iniciativas que nos permitieron fortalecernos como organización. Ya somos reconocidos, y los ingresos adicionales nos permiten mejorar la economía al interior de las familias. Esto nos cambió totalmente la visión”.

Esta reseña de caso, que contribuye al Pilar 4 del Fondo Europeo para la Paz: Productividad sostenible e incluyente, fue publicada en el IX Informe de seguimiento del Fondo Europeo para la Paz (enero – marzo de 2021), y refleja algunos de los logros del proyecto Rural Paz, ejecutado por ICCO Cooperación, en consorcio con la comunidad Awá piguambí palangala, la Corporación de estudios interdisciplinarios y asesoría técnica (CETEC), la Asociación cristiana menonita para la justicia, paz y acción no violenta (JUSTAPAZ), Agribussiness booster, y Stichting vredesbeweging PAX Nederland. El texto está basado en documentación facilitada por ICCO Cooperación y en entrevistas a miembros de su equipo y a actores clave del proceso, algunos de cuyos testimonios se recogen en los párrafos en cursiva.

Sobre el Fondo Europeo para la Paz
El Fondo Europeo para la Paz es un mecanismo de cooperación de la Unión Europea creado para acompañar al gobierno colombiano en la implementación del Acuerdo de Paz, con énfasis en el Punto 1 de Desarrollo Rural Integral y Punto 3 en lo que concierne a la reincorporación de la población excombatiente de las FARC-EP a la vida civil. En el marco del Fondo se han puesto en marcha 31 intervenciones mediante las cuales se pretende contribuir a la reconciliación de la sociedad colombiana, a la reincorporación social y económica de excombatientes, a la equidad de género y la inclusión de sectores vulnerables de la población, al desarrollo rural sostenible e incluyente, y a la presencia legitimadora de Estado y la gobernanza local. La cobertura geográfica de las diferentes acciones del Fondo abarca 26 departamentos y 147 municipios del país.